jueves, 29 de marzo de 2012

Sobre Carl Sagan, sombreros ridículos y el mundo de Disney.

La raza de seres vivos que inventó la lógica es al mismo tiempo la del comportamiento más incoherente. No me deja de llamar la atención.

Le ofrezco, si lo desea, acompañarme en algunos ejemplos de insensatez e irracionalidad que los puede encontrar en pocos minutos si sale a la calle en este momento

Imagine usted, mi preciado lector, que un día Martes, su compañero laboral de la oficina de al lado le empieza a hablar a una persona invisible, y usted lo escucha aclamando: “¡Ricardo! ¿Cómo estás Ricardo? ¡Gracias! en serio, ¡Gracias!” y por supuesto, Ricardo no está por ningún lado. Es más, jamás vimos a Ricardo. No es una conclusión descabellada, que esta persona está teniendo un brote psicótico y necesita atención profesional, ¿verdad?

Tengo un bastón, un sombrero
y unos vestidos ridículos. Es
por eso que tengo autoridad
para decirte que trabajar un
Domingo es algo inmoral.
Bueno ahora cambiamos unos factores circunstanciales: en vez de que sea Martes, es Domingo; en vez de una oficina es un edificio con forma de iglesia y en vez de Ricardo, el amigo invisible se llama Jesús. ¡Abracadabra! Ahora nuestro amigo oficinista en vez de ser un desequilibrado social con principios de esquizofrenia, es un ciudadano modelo, y totalmente sano. Es más, ¡es casi un ejemplo moral!, porque, ¿Quién mejor para decirnos lo que está bien y está mal que unos vírgenes cincuentones con sombreros ridículos recitando pasajes de un libro escrito en la era de bronce y en la parte más iletrada del medio oriente? Tiene sentido.



Y ya que estamos hablando de libros ridículos, me siento obligado a mencionar en esta narración sobre la irracionalidad al maravilloso y bizarro mundo de la “autoayuda”.
Quiero ofrecerle, antes de seguir, la posibilidad de ahorrarse dinero en libros estúpidos, haciéndole, a continuación, una síntesis concreta  de lo que dicen las millones de páginas escritas en la intermimable lista de libros de autoayuda. ¿Está listo? allí va: "Ponete las pilas y hacé algo de tu vida".  Eso es todo. Un libro de autoayuda no le va a decir nada que usted no sepa, porque el hecho de ir a comprarlo pone en evidencia que usted está queriendo hacer algo para cambiar su vida, y es exactamente eso lo que el libro le va a transmitir: que usted debe cambiar su vida.

Pero a los profetas de la autoayuda no les alcanza con haber acuñado un concepto que se cancela a si mismo (recordemos que la ayuda, es por definición, una cooperación externa, el concepto autoayuda es en sí mismo un disparate). Tampoco les alcanza con postular que curan cualquier enfermedad; no, eso es demasiado fácil. El último grito de la moda en la autoayuda es algo llamado "La ley de atracción" y funciona de la siguiente manera:
Después de leer un sencillo libro, usted se convierte en alguien que gobierna las leyes del universo a su disposición. ¿Cómo? ¿No lo sabía? El libro se llama “El secreto” (¡oh!, que misterioso) y presenta la nombrada ley de atracción; la cual postula simplemente que si usted desea algo con fuerzas y no para de pensar en ello, el universo se acomoda para que usted lo consiga. Así es, hay trillones de galaxias y más estrellas en el universo que granos de arena en el desierto del
sahara; y todo eso queda bajo su tutela si realmente desea poseer, por ejemplo, una foto autografiada de Leonardo Greco usando una máscara de Goofy. ¿Le parece improbable? Lo es. La ley de atracción es una de las tantas idioteces new age, construída para gente suceptible a la idiotez generalizada, que no puede observar más allá de su dedo meñique.

He aquí la fórmula INFALIBLE de la ley de atracción:

Usted desea algo. Entonces, pueden ocurrir dos escenarios:

1)      Lo consigue: sencillamente la ley de atracción funciona.
2)      No lo consigue: sencillamente no lo desea tanto como usted piensa. La ley de atracción funciona igual.

Ante Garmaz: deseó con todas
sus fuerzas ser recordado. Ahora, en
el boliche Esperanto, todos usan camisa
celeste con cuello blanco.
Ley de atracción en su máximo nivel.
Y woilá, ahí está tu idea para un libro de 21 millones de copias vendidas; sacando un cálculo rápido, si Rhonda Byrne, la autora, se queda con 10 dólares de cada libro, adquirió 210 millones dólares postulando que usted, que quizás esté postrado por una enfermedad terminal, o por un accidente automovilístico y no puede caminar hace décadas, es sencillamente porque no lo desea demasiado. Que insecto repugnante.

Y si hay allí leyendo algún insensato que sigue pensando que el universo responde a sus pensamientos, le recuerdo que en esta última semana murieron agonizando cruelmente miles de personas porque no consiguieron un transplante de órganos a tiempo. ¿Será qué no lo deseaban lo suficiente?

Mi querido lector: Las cosas que usted logra las consigue por su propio esfuerzo y eficiencia. No le atribuya su éxito personal a un amigo invisible o al poder imaginario de su telequinesis mental. El azar nos va a jugar una buena pasada, y muchas veces una mala pasada, es ahí cuando, a veces, necesitamos ayuda (externa), y no comprar un libro de algún psicólogo berreta, mediocre y ladrón. Mejor, adquiera un libro de Carl Sagan.


Think for yourself.